Seguidores

jueves, 11 de abril de 2013

Ironías de la vida

Se asoma a la ventana, una y otra vez. En sus ojos puedo leer la melancolía en la que se recrea aun sin querer. Tiene la mirada perdida.
 
Yo, todavía recuerdo al detalle cuando me miraba y me contaba lo que pensaba hacer de comer, cuando me decía que le ayudase a hacer ese "arroz con leche" que era único, solo el suyo me apasionaba. En décimas de segundos, se pasan todos los recuerdos de mi vida vividos a su lado.
Cuando quiero darme cuenta, observo que una lágrima se derrama de sus ojos, recorre sus mejillas, hasta llegar a la barbilla y entonces... entonces me acerco hasta ella, hago un hueco para sentarme a su lado y le pregunto:
 
- ¿Qué te pasa?
 
A lo que ella me responde:
 
- Noemí, toda mi vida luchando, sufriendo, cuidando de todos vosotros, estando alerta por lo que pudiese pasar... y lo único que pasa es que ahora no recuerdo ni mi nombre. Ando de una habitación a otra sin rumbo y en el momento, sí, lo reconozco. me hace gracia y me río a pura carcajada, pero cuando veo que nada de esto tiene sentido, no consigo asimilarlo y sé que vosotros tampoco.
 
Tragué saliva, intenté no delatar el sentimiento que habían forjado en mí esas palabras y sólo supe contestarle:
 
- Para eso estamos. Por eso paso contigo todos y cada uno de los días, porque todo lo que hago es por ti, no tiene ni comparación con lo que tu llevas luchando por mí desde hace 19 años. Te lo debo, esto y mucho más.
 
La besé, le sequé las lágrimas y noté que se había vuelto a apoderar la enfermedad de ella, como siempre. Todo le causaba gracia. Respiré profundo y encendí la televisión para verla junto a ella.


A ti abuela, porque cada día te alejas
más de mí pero en cambio, yo te siento más cerca.